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  • Foto del escritorAgustina la prende pueblo

Un café? Relax, no quiero nada serio.

Por increíble que parezca, me he encontrado con esa respuesta en mas de una ocasión, es como una especie de paranoia que ronda en la cabeza de todos últimamente, y un tanto absurdo además. Al principio creí erróneamente que solo era otra forma sutil de hacerle creer a las mujeres que estaban necesitadas de compromiso y de perpetuar unos estereotipos de hace cinco décadas, cuando es obvio que, en este sistema socioeconómico, el compromiso a las mujeres no les beneficia (los principales interesados en decirle al mayor número de personas, que tuvieron sexo contigo, o que están relacionados contigo de alguna forma, son los hombres de hecho); pero después comprendí que todo el asunto se resumía a lo que las personas hoy entendemos como intimidad: le tienen miedo porque los hace vulnerables.


Fry y Amy venían saliendo hace tres meses, pero por alguna razón estaba mal que Amy reconociera el vínculo, cuando reconocerlo no equivale a darle un nombre, estatus o forma.


Es más íntimo tomarse un café, o ir a cine, o comerse unas alitas, que sentir a alguien dentro de ti. Y no se en qué punto de la historia llegamos a eso, es realmente estúpido. Cuando le conté lo que había ocurrido a alguien, me dijo "vamos -bobis-, no invitas a un café a la persona con quien te acuestas", me sentí avergonzada porque no lo sabía (debí haber parecido una idiota), pero cuando le pregunté por qué, me dijo que ese detalle implicaba compromiso, cuando le pregunté por qué nuevamente, no supo que responder.


Pero hay personas cuya paranoia les lleva al límite de la absurdo, no solo le tienen un miedo terrible a la intimidad (como si la intimidad implicara necesariamente un compromiso), si no que sienten que el respeto y la empatía humana básica los limita. Hacen unos esfuerzos infrahumanos por dejarte claro algo que desde la primera vez que lo viste, supiste, diciéndote palabras hirientes (en serio hirientes), haciéndote desplantes que a otra persona no le harían, fingiendo desinterés en todo incluso si es normal tener intereses comunes con las personas, o, lo peor, diciéndole a todo el mundo que lo acosas y sofocas cuando a medias cuentas le das un saludo.


Todos en el fondo, buscan un cuerpo en el cual descargar y liberar la carga de ser humano, cuando ser persona es lo mínimo que deberían exigirnos, usamos las relaciones libres como justificación moral para hacerlo, de modo que cuanto te duela, no puedas decir nada al respecto, mientras que sutilmente exigimos afecto, cuidado y atención; si bien, los gatos no te deben lealtad, tampoco la exijen, son las criaturas mas limpias que puedes tener, pero todos hoy creen parecerse a ellos. Increíblemente, el sexo es el lugar en donde menos humanidad puedes encontrar, especialmente en una relación heterosexual.


No pretendo resignificar las relaciones heteronormadas como las conocemos, no he sentido la necesidad de tener una relación tradicional en años, y como feminista es algo que principalmente evito, por mi salud mental, pero, he visto suficientes historias de terror "poliamorosas" como para no darme cuenta que, no somos tan modernas como pensamos: mientras tu abuela, casada como dios manda, pasaba un infierno de mil años en su propia casa, nosotras ahora, pasamos mil infiernos con un diablo diferente (y sin casa); y no hay que exorcizarse (o raparse) mas de mil veces para saber que eso tampoco nos beneficia en nada.


Aún recuerdo la carta que escribieron y firmaron aquellas octogenarias francesas contra el movimiento #metoo (como nota, todos los hombres lo apoyaron, incluso, tu macho progre el deconstruide). Entre "el coqueteo insistente no es acoso" y "la libertad de importunar es la base de la liberación sexual" hay palabras que se me han quedado grabadas: "Ya es hora de que las mujeres nos hagamos cargo de nuestra propia sexualidad, y de sus consecuencias (planteando el abuso sexual o el abuso psicológico como una consecuencia natural de la sexualidad, muy a lo Despentes)". Cuando recibes insultos racistas o te obligan a reírte de un comentario clasista, la respuesta común del ofensor es (aparte de creerse políticamente incorrecto) culparte de darle la carga ofensiva a la ofensa, porque "tu elegiste" ofenderte. Todas estas personas te exigen que te hagas cargo de tu propio dolor, un dolor que tu preferiste sentir, porque fácilmente podrías fingir que no existe, que no está ahí... porque es muy injusto "endosarle" esa carga a quién lo causa. Esta es la base del neoliberalismo relacional, en donde las relaciones sexo-afectivas han encontrado su lugar de confort.


Así como nos hacemos unos pajazos mentales tremendos para creer que nuestra pareja sexual no es responsable de nuestro placer (usando descaradamente la necesidad de "autoexplorarse" como excusa) para justificar el hecho de que el sexo dejó de ser algo mutuo hace tiempo (para no admitir que ningún hombre les ha dado un orgasmo); solemos convencernos a sí mismos también, de que los vínculos humanos son una especie de infección que solo la crueldad sin anestesia puede detener. Vivimos atrapados en la dicotomía del compromiso y el libertinaje, si no es lo uno, debe ser lo otro, algo irónico cuando lo que se quiere evitar son las etiquetas. Son contadas las personas que conozco que no usan las relaciones libres para crear dinámicas o escenarios de poder que les beneficien.


Pero este problema también atiende a las lógicas del consumo, siendo el consumo (el ser humano como medio y no como fin), otra vez, contrario a la deseada libertad. Romper lazos afectivos esporádicamente (ghosting, por ejemplo) o de formas insospechadamente caóticas, en un mundo que premia la capacidad de jugar a "eso" y salir ileso, solo nos enseña a preservarnos como consumidores de otros que no quieren gastarse a sí mismos.


Desconectar emocionalmente las relaciones humanas es mutilar al propio ser humano, algo que acabará con nuestra cordura tarde o temprano. Y no me mal interpreten, no hablo de enamorarse perdidamente de un espejismo, o de actuar como una débil damisela en apuros esperando ser salvada, o entregarse a alguien que no nos ha garantizado nada (personalmente, no me gusta amar y perder, esa frase no va conmigo); me refiero por supuesto a aceptar que la vulnerabilidad es una parte intrínseca de lo que nos hace personas, porque al comprender eso, entiendes que el otro también lo es, y entonces dejas de verlo como otro y de reducirlo a la categoría de instrumento y desecho. Pero no solo la vulnerabilidad nos hace humanos, también el dolor frente al rechazo, es normal que nos duela no es algo que puedas evitar mientras vivas, el rechazo de cualquier tipo activa nuestros circuitos de dolor, pues la conexión con otros seres humanos es un rasgo evolutivo propio de los seres humanos. Nuestro cerebro identifica las relaciones interpersonales con la supervivencia, de ahí que la rotura de esas conexiones, familiares, amistosas, sexuales o amorosas, nos afecte tanto (si, nadie quería casarse contigo, felicitaciones), mucho peor además, cuando no existe sensación de cierre.


Por último, no quiero que algunos feminismos negros tomen esta reflexión como una excusa para resignificar relaciones tóxicas y codependientes. Para nadie es un secreto que las mujeres negras nunca hemos sido protagonistas en la escena del amor romántico, quien nos ama nos está haciendo un favor y debemos agradecer con creces, desde pequeñas nos enseñan a hacernos cargo de nosotras mismas y de los demás, con poca o nula libertad sobre nuestros deseos, es normal estar desesperadas; pero estar borradas de una noción tan blanca y occidental de las relaciones no tiene que ser algo exactamente malo, que las relaciones libres no estén exentas del desastre nos invita mas bien a repensarnos. El amor romántico no es un derecho que nos negaron los blancos, es un invento blanco, y patriarcal, no lo necesitamos. Por supuesto hay mujeres negras que van de maravilla, saben jugar a hacerse la difícil, a no sentir, a la dama, a la presa, a la fatale o a la "buena", tienen el tiempo y la fuerza suficiente para crear un personaje nuevo cada mañana para conservar su costal de carne al lado, tienen una vida relativamente calmada, sin sobresaltos y violencia, sin maltrato ni abuso, porque se tomaron la molestia de conocer hasta el último hueso a la persona con la que conviven para poder vivir, no con ella, si no a pesar de ella; pero eso, sigue siendo una forma de supervivencia, que una carta de la baraja no se haya caído, no significa que no vivamos dentro de un castillo de naipes.

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