La mala mujer
- Agustina la prende pueblo
- 16 ago 2019
- 2 Min. de lectura

Decía Rousseau (afamado misógino) que el hombre es bueno por naturaleza. Del mismo modo, es un secreto a voces que la mujer es mala, por lo mismo, por naturaleza. El Patriarcado se ha encargado de moldear esa figura de la mujer a lo largo de la historia. Adán era tonto, y lo corrompió Eva, y desde entonces, las mujeres apenas se asoman a la historia salvo para ser malvadas. Desde las religiones, todas las mitologías, pasando por las telenovelas y telefilmes de sobremesa.
La máxima virtud del onvre, es ser tonto. Su mansedumbre e inconsciencia es síntoma de nobleza. Recae sobre una mujer (madre, esposa o hija en su vejez) la responsabilidad dar equilibrio a sus actos y cargar la culpa de sus errores. Del mismo modo, esa mujer debe ejercer su rol monitorizando en silencio, callada, con sonrisa amable y calma sumisa. Si habla en público, si recrimina lo que considera injusto o si la ira e indignación asoman por su rostro, tenemos en escena a la mala mujer.
Ayyyyyy, pobres y mansos onvres que movidos por arpías (el masculino, arpío, no existe) cometen los actos más deleznables de la humanidad. Con lo a gusto que estaban ellos ejerciendo su holgazana estupidez mientras ellas arreglan el mundo. Santos varones, mártires, penitentes... sufriendo en el dulce silencio de su perezoso egoísmo el ministerio que les ha sido encomendado por el Patriarcado.
Y es que, a ojos de la sociedad, ella tiene el maligno control sobre él. A menudo, la pandilla de la casa del árbol murmura "¡que viene, que viene!", comentan jocosos "¿Qué, la jefa te va a dejar ir?" o "es que la hija de puta lo tiene atado". A menudo llega un whatsapp, como cuando tu madre interrumpía una travesura en la calle para llamarte para la cena, y un alma de cántaro deja media cerveza huérfana y abandona un bar... ¡animalitos!, sin voluntad ni conciencia.
La moral cristiana ha identificado la mansedumbre como virtud de santidad. Pues nada más lejos de la realidad: no hay mayor perversidad que la de la pasiva quietud ante el mal ajeno, especialmente de tu compañera. Es esa falta de empatía y egoísmo militante el que más habitualmente machaca a las mujeres. Y por otro lado ella, desesperada por el estrés del exceso de responsabilidad, tiene que soportar su carga con estoicismo y mantener su actitud afable y serena, porque si no, es una loca, una histérica, una bruja... en definitiva, una mala mujer.
El Patriarcado es un sistema tan perverso, que otorga todo el poder al varón y toda la responsabilidad a la mujer. Pero sobre todo, le impone la más pesada de las condenas a la mujer: la culpa. Porque está claro, que cuando los niños cometen cualquier travesura, la única culpa recae sobre las personas adultas que conviven con ellos: las mujeres.
Commenti