Ancestralmente femenina
- Agustina la prende pueblo
- 2 abr 2020
- 8 Min. de lectura
"El feminismo es la raíz negra, nuestros ancestros veneraban la feminidad, la mujer negra es la madre del mundo"
Esta es la respuesta típica de alguien "pro-negro" cuando intenta acercarse al feminismo, o hacer coincidir sus pre-juicios previos con una realidad social observable; y aunque es útil hasta cierto punto, debido al clima imperante, al final del día empatizar con la situación de las mujeres negras no es un favor, lo único que hace es hacer pasar esa experiencia con la opresión, como panafricanista. Y no lo es.

La tendencia a romantizar el sacrificio y la fortaleza de una mujer negra ante la adversidad es un tema recurrente para mi, hecho que para no ir mas lejos, se nos puede convertir en un problema de salud pública. Es muy común exigir respeto mediante la identificación femenina, y una vez se considera la "feminidad ancestral" en nuestros discursos de fin de año, podemos seguir sintiéndonos cómodos, podemos expiar culpas. El problema con esto es que deshumaniza e instrumentaliza, reduciendo nuestras complejidades a lo útiles que pueden ser para "lo negro"; una mujer negra sigue existiendo y sigue siendo, indistintamente de cuanto quepa en lo que, al menos nosotros, concebimos como "lo femenino".
Y traigo, otra vez, a colación el tema de las madres, porque nuestra identidad de negras, mas que de mujeres negras, está determinada por eso, por la maternidad; esta aptitud se espera de todas nosotras, siempre, sin importar que hayas gestado y parido un crío. Es increíble lo inspirado y "sensible" que un hombre parece al hablar de su madre, sobre todo cuando él -o ella- resume toda su importancia y grandeza a ese hecho; la bandera roja se asoma al ocultar lo contraproducente que resulta ser madre en condición de desigualdad. En un conversatorio sobre violencia machista en la Universidad del Valle (como relevo), los únicos hombres que asistieron eran indígenas, y no precisamente porque entendieran que las mujeres del cabildo eran seres con una experiencia distinta con el mundo y que para entender ese mundo había que entenderlas a ellas; mi problema no era que concibieran a la tierra como una madre, si no que definieran a la mujer como una madre, y que solo por medio de esa analogía, entendieran que ellas merecían respeto. Lo mismo sucede cuando la diáspora lee a todo el continente africano como una madre abnegada a cuyo seno inexistente hay que regresar, visión que bien podría dejar los mismos estragos que el colonialismo ha provocado.
Si un hotep viene a iluminarme con su sabiduría cósmica, "eres la queen de mi corazón" o "eres la ama de casa" (la casa es de la mamá xd, sin embargo el lugar lo da él), entiendo que cuando un hombre asigna lugares de falso poder a mujeres que no pueden desarrollar su potencial fuera de ahí, no solo nos limita transitar el espacio público, también está, inconscientemente, perpetuándose como dominante sin que eso derive en conflicto (no es precisamente lo que pienso cuando me lo dicen, pienso mas bien en vaciar el refrigerador, pero sirve para ilustrar mi punto). Esta estrategia no es nueva, la interculturalidad, se caracteriza por hacer eso, por fingir que los intercambios culturales se dan equitativamente para poder integrar al otro a su mundo sin que este le cause problema alguno (inclusión).
Cuando mi abuela y mi madre me cuentan anécdotas al rededor de sus experiencias como empleadas internas en casas de familia -blancas-, se crea un espacio femenino basado en la tradición oral, que conserva costumbres culinarias y de economía doméstica que hasta hoy sigo aplicando; lo mismo sucedía cuando te reunías con tus amigas a alisarte el cabello con casera, a ponerte extensiones de kanekalon y a blanquearnos la piel con sorel (voy a llamar a eso "harem", un término que desarrollaré mas adelante). Como estamos bien "woke" ahora, es claro que lo segundo no empodera, pero lo primero... He llegado a escuchar incluso que esas son tradiciones matriarcales dignas de alabar, aunque la condición de esclavo se transmitía solo por la linea materna ¿Era eso matriarcal? La diferencia es que el hombre que dice la frase al principio de este texto, se beneficia directamente de una, pero no de la otra; siempre tendrán la opción de escoger elementos de la "feminidad ancestral" para reivindicarlos y descartar otros a conveniencia personal; muchas de las tácticas de organización y ejecución que usaban las mujeres negras para defenderse de los machos violentos serían consideradas hoy, extremistas (hasta denunciar es extremista).
Algo que me molesta de la mercantilización del feminismo es cómo términos matizados que representan realidades complejas son reducidos a corillos pop vaciados de significado, uno de ellos es la palabra empoderamiento. Suelo hacer un montón de cosas que me provocan bienestar individual o placer a diario, pero nunca he sentido la necesidad de decir que esto o aquello es empoderante o de darle un significado profundo para admitir que me gusta, especialmente cuando quiero agredir a alguien (en serio no veo la necesidad); aunque bueno, si no superas a la manosfera donde nos exigen ser coherentes con el discurso por salir a perrear cuando ellos nisiquiera hacen lo mínimo en sus casas pues... Sin embargo soy consciente de que la palabra implica acciones radicales (de raíz) que se manifiesten en cambios a nivel sistémico e institucional; yo resisto, esa es mi vida, no es empoderante, no tengo problemas en reconocerlo, y esto es importante, porque cuando tienes claro que se trata de supervivencia, a diferencia de meter el empoderamiento donde no cabe, visibilizas la opresión, y de eso se trata el feminismo.
He hecho y he sido de todo, levantarme a las 4:00am para comprar 20mil de cebolla junca en la galería de Santa Elena, para ir a Alameda a venderla al doble del precio de forma ambulante, porque ni para putear hay plata; mi pesadilla recurrente es que venga un negrólogo cualquiera a tomarme una foto y que esta aparezca en la portada del National Geographic como si de un animalito exótico digno de estudiar se tratase, con una leyenda similar a "estas son nuestras mujeres, guerreras". Me causa un ruido sordo y fastidioso, el hecho de que comer mierda sea condición necesaria para definir nuestra valía, y que lo único que se extraiga de esa precariedad es una supuesta vergüenza hacia las palenqueras, vendedoras de pescado y de chontaduro; exceptuando los esfuerzos por acabar ciertos estigmas aporafóbicos a través del orgullo ¿Se está visibilizando algún problema estructural?
Si bien, estaría mintiéndoles en toda la cara si dijera que siempre las mujeres negras hemos vivido subordinadas, también sería muy utópico decir que antes de la colonización todo era amor y piña. Por que no lo era. Y nunca lo ha sido. Este es el recurso mas utilizado cuando de ocultar la violencia bajo la alfombra se trata (similar a lo que viven las feministas que militan en la izquierda), como si volver a las "raíces" de alguna forma solucionara el problema. Cuando recordamos a las mujeres que trabajaron hasta el cansancio para que nosotras estemos aquí, omitimos, convenientemente, la parte del poder ¿Qué es el poder? ¿Realmente lo tenían?
Las civilizaciones africanas subsaharianas (de donde venimos todos los afrocolombianos, palenqueros y raizales, no de Egipto, no de Etiopía, gente) específicamente los imperios akanes de Togo, Ghana, Nigeria y Costa de Marfil, se caracterizaban por ser matriarcales. Si bien, algunos roles de género en estas sociedades evolucionaron sin la interrupción de terceros, como la tradición Ashanti de las reinas madres, (con esto no estoy afirmando que la opresión no existía), el poder de las mujeres era aplastante respecto a las decisiones políticas, económicas, sociales y sexuales que se tomaban, sobre todo cómo soporte y guía espiritual para sus clanes sin correr el riesgo de convertirse en centros de rehabilitación (por el mismo dominio que ejercían); estos lugares no se los daban los hombres en calidad de caridad, ellas los tomaban; algo de lo que carece cada labia "iconoclasta" dedicada a reclutar amantes nubias. Si venerar la feminidad viniera con todo eso, suponiendo que esta no estuviera diseñada para garantizar el acceso de los hombres a lo que producimos -y reproducimos- (sexaje, según el lesbofeminismo) yo no tendría problema con identificarme con la madre tierra... Pero a las mujeres negras nadie les garantiza nada y la promesa panafricanista no nos protege hoy de los golpes, especialmente cuando debes encarar al racismo y competir en el mercado laboral sin dejar de ser la barbie empresaria; es muy curioso como de camino a la selva el transporte público se llene de mujeres diestras en hacerse la linea del rimel tan precisa con todo y los baches de la autopista; yo tengo una palabra para eso: se llama triple jornada. No lo puedo evitar! Me encanta inventar palabras maestro Rafa!
Algo que constantemente omitimos de la mesa es la forma en la que el otro nos ve y nos percibe, es eso lo que nos ubica en el mundo, independientemente de lo que yo vea en el espejo. Yo se que el sexo heterosexual está plagado de dinámicas de poder, que la mayoría del tiempo no son dos personas viviendo una experiencia erótica mutua, por mucho que yo la disfrute; se trata mas bien de sufrir un mininfarto cada vez que usan el sexo -la penetración- como insulto, como disciplinador, como medio para humillar, cómo castigo, y sé que seguramente sea eso lo que les produzca placer al final (por alguna razón debo sentir vergüenza después del sexo). Se cree que cuando los hombres ceden lugares de poder a mujeres que llegan a convertirse en referentes de las que venimos atrás, el machismo mágicamente acaba; las cuotas de género y la discriminación positiva son útiles, sobre todo cuando los problemas de representatividad persisten, incluso si solo se trata de un placebo (aunque en lo personal, nunca me he sentido representada); el error está en creer que las soluciones a problemas coyunturales resuelven problemas estructurales, nuestra vicepresidenta es una prueba fehaciente. Si soy consciente del contexto geopolítico y temporal en el que vivo, resulta bastante ingenuo pensar que el sueño de Marcus Garvey evitará que no seamos objetos de uso y abuso en el sistema patriarcal.
Si voy invocar a las ancestras cada tres segundos y a afroevangelizar mi entorno, ser crítica con lo que implica "lo ancestralmente femenino" en esta parte del mundo, debe ser como mínimo, el punto de inflexión para abordar los problemas que se desprenden en consecuencia, de lo contrario mi activismo equivaldría a tirarle un ladrillo a quien necesita un salvavidas; el problema resultante no me lo estoy inventado, no por nada el slutshamming y la revictimización es bastante característico en el círculo de las afrikan keens. Al venerarse la feminidad se raya en el sexismo benevolente, un término que explica aquellos comportamientos que reproducen e imponen roles tradicionalmente femeninos en tono cariñoso, afectuoso, paternal, proteccionista y condescendiente; algo que se ve a menudo, en el día de la madre y en el día de la mujer. Lo que a su vez representa un camino directo hacia el sexismo hostil, porque si bien, la violencia explícita hollywoodense no se ensaña con las mujeres víctimas de la benevolencia, con aquellas que se salen de la linea, si; un ejemplo de esto son las violaciones correctivas que muchas lesbianas y trans negras han vivido al interior del movimiento rastafari, y porque no, la brutal violencia que sufrieron muchas mujeres negras mientras militaban en las Panteras Negras (y esto no ha cambiado mucho eh).
El proceso de construcción de la mujereidad como categoría política fue abruptamente interrumpido y sincretizado a partir de la colonización; pero no me interesa rellenar desesperadamente ese vacío con humo de cada vendedor que me trate medio decente; asumir realidades, en lugar de mitos, me permite entender mejor el entorno donde me muevo. Muchos saben que nos sentimos perdidas e incompletas, especialmente cuando te invade la sensación de "sin tierra"; en ese momento lo ancestralmente femenino es utilizado como pase de entrada a un lugar que no existe, y no hace falta mencionar lo nocivo que es para cualquier causa imponer a las mujeres ciertas políticas de respetabilidad. Hacer coincidir a las bravas en una solución mágica, las distintas experiencias que las mujeres negras tienen con el mundo, no acortará el camino de la vendedora ambulante al puesto de frutas, solo lo adornará con flores, perfumes, y un falso afrocentrismo que ya huele a podrido.
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